martes, 17 de agosto de 2010

¿Conoces el síndrome del Titanic?

Los alimentos transgénicos conforman un suculento negocio. Pese a que ya están en el mercado todavía no se han estudiado por completo las repercusiones que su producción y consumo pueden tener sobre el ser humano y los entornos naturales en los que se siembran sus cosechas.

Suiza aprobó en referéndum en el año 2005 una moratoria sobre cultivos transgénicos que ahora prorroga hasta 2013 para poder completar las investigaciones que están realizando sobre estas variedades.

En la India se acaba de aprobar una moratoria sobre el cultivo de variedades transgénicas de berenjena Bt “hasta que estudios científicos independientes aclaren la seguridad de estas variedades desde el punto de vista de su impacto a largo plazo sobre la salud humana y sobre el medio”. En el ámbito de la salud, la agencia sudafricana que vela por la calidad de la publicidad obligó en el 2007 a la empresa Monsanto a retirar un anuncio en el que afirmaba que no se habían detectado problemas con los alimentos transgénicos.

Tenía buenas razones para hacerlo, pues decir que “no se han demostrado efectos negativos de las variedades transgénicas sobre la salud humana” implica obviar varias cuestiones. Por un lado, son las empresas que comercializan estas variedades las que deben hacer los estudios suficientes para garantizar, mínimamente, su seguridad. J. L. Domingo, profesor de Toxicología de la Universitat Rovira i Virgili, ya denunció en un trabajo publicado en Science que no existían los estudios suficientes que dieran esas garantías.

La propia Comisión Europea reconocía que, sobre los transgénicos, “algunos temas no se han estudiado en absoluto”. Por otro lado, no se ha realizado ningún estudio que analice los posibles efectos sobre las personas. Sí existen algunos estudios de laboratorio con ratones, y éstos muestran algunos problemas para la salud: envejecimiento prematuro del hígado con soja transgénica resistente al herbicida glifosato, y problemas en hígado y riñones y de reacciones alergénicas con el maíz Bt.

Si algo caracteriza la cuestión de los transgénicos es la falta de rigor con el que las autoridades de seguridad alimentaria han dado el beneplácito a estas variedades aplicando una “estricta normativa”. Cabría definir cuál es el riesgo que la sociedad está dispuesta a asumir en relación a los cultivos transgénicos. Para ello, lo primero es preguntarse: ¿para qué queremos los cultivos transgénicos? ¿Con qué objetivos los plantamos? ¿Qué impactos negativos tiene su cultivo, tanto en términos sociales como ecológicos y para la salud? Y para conseguir esos objetivos, ¿existen otras alternativas más seguras? Y a igual riesgo, ¿existen otras alternativas más baratas? Más que ir en contra del avance científico, nos permitiría hacer más ciencia.

En la actualidad, los transgénicos no solucionan ninguna necesidad social ni ecológica. La idea de producir medicinas en plantas no supone producir nuevas medicinas, sino sólo trasladar el proceso desde un laboratorio, relativamente cerrado y controlado, al campo, ese espacio abierto e incontrolado por antonomasia. Para estos problemas sociales y ambientales existen otras soluciones que implican cambios en el ámbito político, pero son soluciones más baratas, más seguras y más justas.

Se han hecho aportaciones para resolver el problema del hambre desde el ámbito de las ciencias sociales y políticas. También desde las ciencias ambientales se proponen soluciones que, sin los cultivos transgénicos, permitirían mitigar y adaptar a los pueblos a nuevas condiciones climáticas. Si algo caracteriza a las semillas transgénicas es el oscurantismo, el pensar las soluciones “desde arriba”, sin contar con las personas potenciales beneficiarias de sus “magníficas cualidades”, o sin las aportaciones de otras ramas científicas o de la sociedad para analizar la realidad desde otras perspectivas.

Los transgénicos han recibido la bendición de todas las instituciones (i)responsables bajo el manto de una “tecnología punta” y de una “ciencia sólida” y supuestamente monolítica en su apoyo a esta tecnología. Algunos se suben a este barco porque la “tecnocracia” es decir, la creencia de que la tecnología aportará la solución a todos nuestros problemas, es la religión de nuestros días. Otros porque es su negocio. Y los de la bodega, porque creen que este barco les sacará de su miseria actual. Cuando el barco se esté hundiendo, aquéllos seguirán sin dejarles salir a flote. Un ejemplo, en España podemos encontrar semilla de maíz transgénico igual o más barata que la de variedades convencionales.

La misma táctica que las grandes superficies comerciales: vender por debajo del precio de coste para inundar el mercado. Pero ¿qué pasará el día que tengan aún más controlado el mercado de semillas? En Illinois el precio de la semilla de soja se ha triplicado desde el año 2000 mientras que las producciones han aumentado menos del 1%.

Marta G. Rivera Ferre, investigadora de Veterinarios sin Fronteras y colaboradora del Centro de Colaboraciones Solidarias.

Fuente: Canal Solidario
Texto extraido de www.biodiversidadla.org
Soberanía Alimentaria frente al Cambio Climático

Bajo la consigna "El agronegocio calienta el planeta, la agricultura campesina lo enfria", diversas organizaciones sociales de base campesinas e indígena se dieron cita ayer en Asunción para debatir las opciones de la soberanía alimentaria frente al control de los agronegocios y los impactos del cambio climático.

El evento convocado por la Iniciativa de Acción contra los Agronegocios AAI (www.agribusinessaction.org), contó con las exposiciones de compañeros de la Confederación Agraria del Perú y de la propia AAI. Se analizó fundamentalmente como la industria de alimentos y la agricultura a gran escala de monocultivos está contribuyendo a las emisiones de gases altamente contaminantes del medio ambiente debido a la reconversión de tierras, al uso intensivo de agroquímicos y la creciente dependencia de la industria de la energía fósil.

Los expositores señalaron como las grandes companías, (Cargill, Archer Daniels Midland, Monsanto, Tyson y otras), son responsables de destruir la soberanía alimentaria, el conocimiento milenario de los pueblos y el equilibrio con la naturaleza, a través de su afán por controlar semillas, tierras, fuentes de agua, comercialización de productos y hasta las opciones de quienes consumen fundamentalmente en las grandes urbes a través de los supermercados.

Toda esta situación está provocando serias consecuencias no sólo para los pueblos campesinos, sino para la humanidad como tal, ya que amenaza con un control planetario sobre recursos y fuentes de vida esenciales como son los alimentos y el agua.
Un aspecto que fue bastente discutido es como los organismos internacionales, parte del problema, se ofrecen con soluciones de tecnología avanzada que incluye desde paquetes de semillas y fertilizantes, hasta organismos genéticamente modificados y supuestos mecanismos de compensación y fijación de carbono.

El Banco Mundial y la FAO apoyando inciativas de mercados verdes y supuestas salidas biotecnológicas están contribuyendo con los planes del agronegocio, sin querer aceptar que la agricultura y ganadería intensiva son altamente responsables de la actual situación del cambio climático.

Los distintos participantes relataron las experiencias de sus pueblos y comunidades en el combate a los efectos de estos cambios que tienen impactos directos sobre sus territorios. La Soberanía Alimentaria como principal herramienta de resistencia y construcción de iniciativas campesinas destacó en el esfuerzo por la Reforma Agraria, pero también por el uso de abono naturales, de controladores biológicos, mercados alternativos y por mayores articulaciones entre los grupos urbanos y los productores directamente ligados a la tierra. Surge como un reto fundamental en este contexto avanzar en la contrucción de un sujeto político urbano capaz de articularse en esta lucha por la soberanía alimentaria, para la defensa del Buen Vivir y la lucha contra la criminalización y militarización que sufren hoy los territorios y pueblos indígenas y campesinos.

Si reconocemos que el pilar fundamental de toda sociedad es la alimentación, como sostenía un companero boliviano en el panel: "tenemos que avanzar en la valoración del saber y conocimiento de nuestros pueblos originarios y reconocer que los organismos internacionales y la industria de los agronegocios no tienen soluciones para el cambio climático y el hambre a nivel mundial. Vivir Bien supone una opción politica por nuevas sociedades, con educación, salud, justicia y equidad".

Publicado en:
IV Foro Social Americas.
14 de agosto de 2010
por Carlos Aguilar

Lucha de campesinos haitianos contra Monsanto llega al Foro Social de las Américas



Los movimientos campesinos de Haití están en la calle para denunciar que la supuesta filantropía de la corporación Monsanto no es más que una fachada para hacer negocios en el futuro, y están dispuestos a que su lucha se haga escuchar en todo el mundo.


Militantes del Movimiento Campesino Papaye (MPP por sus siglas en francés), que forma parte de La Vía Campesina, contarán la historia de esta resistencia contra la semillera estadounidense en el Foro Social de las Américas, que se desarrollará entre el 11 y el 15 de agosto en Asunción, la capital de Paraguay.

Uno de los principales referentes del MPP, Chavannes Jean-Baptiste, estuvo hace algunas semanas en Washington, y allí cuestionó la donación de Monsanto al gobierno de Haití de 475 toneladas de semillas transgénicas, después del terremoto del 12 de enero.

Lo hizo frente a representantes de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), que financia el proyecto Winner, mediante el cual se pretende efectivizar la entrega de semillas a unos diez mil campesinos.

“Las donaciones de Monsanto son un ataque contra la agricultura campesina y nuestra biodiversidad (…) Monsanto se aprovecha del terremoto para entrar al mercado de semillas de Haití”, reiteró Jean-Baptiste.

Y luego se preguntó: “¿Por qué los productos biológicos son buenos en California y no en Haití? Las semillas híbridas deben comprarse todos los años, y van a eliminar a las semillas locales, que existen desde hace más de dos siglos, y harán dependientes a los campesinos de la agroindustria”.

Esas declaraciones se hacían mientras unos veinte mil campesinos marchaban por las calles de Haití para expresar su descontento con el “regalo envenenado” de la Monsanto, que se encargó de informar a la prensa que los productos donados cuestan cuatro millones de dólares.

Durante esa movilización, referentes del MPP alertaron que existe una escasez de semillas entre los productores familiares, ya que la mayoría de ellas fue utilizada para alimentar a los refugiados.

Los ejecutivos de Monsanto explicaron que la decisión de regalar las semillas se tomó pocos días después del sismo, y en el marco del Foro Económico Mundial en la ciudad suiza de Davos, que anualmente convoca a los políticos y empresarios más poderosos del planeta.

Fuente:
www.ecoportal.net

Cultivos transgénicos ‘se escapan’ de los campos


Científicos hallan evidencia de que los cultivos modificados genéticamente pueden prosperar de forma silvestre.

Investigadores en Estados Unidos hallaron nueva evidencia de que los cultivos genéticamente modificados pueden sobrevivir y prosperar sin que se les proporcione cuidado alguno -posiblemente- por décadas.

Un equipo de la Universidad de Arkansas llevó a cabo una inspección en los campos de Dakota del Norte, en el norte del país, en busca de canola, un cultivo conocido también con el nombre de colza y que se utiliza para forraje y para la elaboración de aceite vegetal.

Tras revisar distintas regiones del estado, encontraron genes transgénicos en el 80% de las plantas que crecían de forma silvestre.

Según los investigadores, es muy probable que las modificaciones genéticas les hayan permitido a las plantas sobrevivir a pesar de los herbicidas.

Estados Unidos no regula los cultivos modificados porque las autoridades creen que la transferencia de genes a la naturaleza no es dañina. La Unión Europea ha sido más cauta en este sentido, aunque una serie de gobiernos europeos están deseosos de aprobar estas tecnologías.

Los resultados del estudio fueron presentados en el encuentro anual de la Sociedad Ecológica de EE.UU., en Pittsburgh.

“Establecimos once líneas que cruzan el estado, que consisten en carreteras y demás caminos”, le dijo a la BBC Cindy Sagers, a cargo del equipo de Arkansas.

“Las atravesamos e hicimos un total de 604 paradas en una distancia de 5.000 kilómetros. Hallamos canola en el 46% de los sitios y el 80% tenía al menos un gen transgénico”.

En algunos lugares, las plantas estaban tan juntas como ocurre en un cultivo.
“Encontramos colza resistente a los herbicidas a la vera de los caminos, en terrenos baldíos, en tiendas de vegetales y en cementerios”, dijeron los científicos.

La mayoría de la canola que se cultiva en Dakota del Norte está genéticamente modificada para ser resistente a los herbicidas de marcas registradas. Las variedades de Monsanto RoundUp Ready y de Bayer LibertyLink son las favoritas.

Dos de las plantas analizadas contienen genes modificados, resultado de la polinización cruzada.

Se estima que ésta es la primera vez que se identificaron plantas genéticamente modificadas creciendo de forma silvestre en EE.UU.

Hallazgos similares tuvieron lugar en Canadá, mientras que en Japón un estudio llevado a cabo en 2008 descubrió cantidades significativas de una planta transgénica de la misma familia de la canola cerca de las zonas portuarias donde se importaron las variedades modificadas.

Lo que sorprendió al equipo de Arkansas es la ubicuidad de estas variedades transgénicas en la naturaleza.

“Encontramos la mayor densidad de plantas cerca de los campos agrícolas y las principales rutas”, le dijo Sagers a la BBC.

“Pero también hallamos plantas en el medio de la nada, y en Dakota del Norte, hay mucha ‘nada’”.

Como son muy livianas, las semillas de canola se dispersan muy fácilmente con el viento o al caerse de los camiones que las transportan.

Regulación

Según Alison Snow, una especialista en el tema de la Universidad de Ohio que no estuvo involucrada en el estudio, las autoridades ya habían anticipado la existencia de plantas transgénicas fuera de los campos de cultivo, pero no consideraron que esto fuera un problema.

“Las agencias reguladoras en EE.UU. esperaban encontrar canola resistente a los herbicidas creciendo en la naturaleza, así como poblaciones de híbridos interespecíficos”, le comentó a la BBC.

“Con el tiempo, sin embargo, el aumento de los distintos tipos de plantas silvestres de canola u otras especies resistentes a los herbicidas puede dificultar su control mediante el uso de herbicidas”.

En EE.UU. los cultivos transgénicos no están bajo una regulación especial a menos que se haya demostrado que existan diferencias entre ellos y su equivalente convencional.

Esto contrasta con el régimen que existe desde hace una década en la Unión Europea (UE).

Aunque recientemente la Comisión Europea recomendó que cada país tome sus propias decisiones sobre si permitir o no estos cultivos dentro de su territorio, una vez que la UE les de el visto bueno en cuanto su impacto en el medio ambiente y la salud.
Fuente:
Terra/BBCMundo