martes, 11 de octubre de 2011

Moratoria de transgénicos: El Gobierno tiene que recobrar la iniciativa

Más de la mitad del Perú se ha declarado territorio libre de transgénicos, por voluntad de sus pobladores y autoridades. Diversas encuestas, además, muestran que una gran mayoría está en desacuerdo con el ingreso al país de estos organismos genéticamente modificados para cultivo. Se esperaba que el nuevo gobierno del presidente Ollanta Humala sintonizara con esta tendencia, y el nombramiento de Miguel Caillaux como ministro de Agricultura se entendió como una buena señal. Hoy, sin embargo, el discurso del ministro Caillaux es errático y nuevamente pone sobre el tapete el reglamento para la introducción al país de estos productos, cuando se esperaba ya la puesta en vigor de una moratoria por diez años.

A más de eso, el viceministro de Agricultura, Juan Rheineck Piccardo, ha anunciado que la próxima semana se publicará el decreto supremo (DS) que reemplazará al DS-003-2011, que permite el ingreso de las semillas transgénicas e incorpora ‘mejoras’ en las medidas de control para el ingreso, “pero no se ha contemplado que tenga plazos moratorios o de prohibición en su contenido”. Hay que recordar que a través del DS-003 –dado en abril pasado, durante el gobierno anterior, cuando el titular de Agricultura era el ingeniero Rafael Quevedo– se promulgó el reglamento que permitía el ingreso de semillas transgénicas. Un mes después Quevedo puso su cargo a disposición por supuestas irregularidades en el documento, mientras que informes periodísticos indicaban que habría favorecido su negocio de importación de maíz para la industria avícola.

El Gobierno y el Congreso deberían poner atención al creciente mercado global de productos orgánicos (a un ritmo mayor a los 5.000 millones anuales) y al interés que suscita en ese sector la variedad de alimentos peruanos.

La tercera edición de la feria Expoalimentaria en Lima ha sido una demostración de que nuestro país debe optar por la moratoria de transgénicos. Así lo subrayaron también los organizadores y expertos internacionales que participaron en Mistura, quienes hicieron un llamado para defender la biodiversidad nacional, fundamental para el desarrollo de una gastronomía peruana, basada en lo orgánico y en la variedad de especies comestibles.

A la Expoalimentaria llegaron más de 1.800 compradores internacionales. Crece, pues, el interés de los grandes conglomerados comerciales por granos andinos y productos locales, y los productores peruanos pueden colocar sus cultivos milenarios.

Es una falacia que los transgénicos permitan la seguridad alimentaria con el monocultivo y la agricultura de gran escala. La verdadera solución para el hambre, la pobreza y el desempleo, en el Perú, está precisamente en su riqueza biológica y en los productos orgánicos.

¿Qué espera el Gobierno para promover las leyes y acciones necesarias que pongan punto final a los intentos de grandes lobbies por ingresar semillas transgénicas? ¿Dónde quedó el compromiso de los ministros del Ambiente, Ricardo Giesecke, y de Agricultura, Miguel Caillaux, con la moratoria? Al final de su gobierno, Alan García observó inesperadamente la ley de moratoria aprobada por el pasado Congreso. Y no se hicieron esperar los comentarios, pues no se pueden soslayar los muy poderosos intereses detrás de los transgénicos.

La mayor preocupación de los agricultores y consumidores sobre estos productos genéticamente modificados es que, aún en proyectos experimentales, el polen de tales cultivos podría contaminar diversas especies de flora silvestre y domesticada, en un país como el Perú cuya ventaja comparativa es justamente convertirse en despensa orgánica del planeta, en un centro de agricultura altamente diversificada. Existe ya un mercado mundial que reconoce la calidad y bondad de nuestros productos.

Lo que queda por hacer, luego de confirmar la moratoria, es poner en marcha una maquinaria estatal-privada que apoye e integre a los campesinos de la costa, sierra y selva en la cadena productiva. No se trata solo de cuidar el cumplimiento de altos estándares de calidad y productividad, sino de promover técnicas y ‘expertise’ que garanticen volúmenes de producción que satisfagan al mercado global.

Estamos ad portas de echar a andar un círculo virtuoso que, a partir de la justa protección de nuestra riqueza y biodiversidad, pueda asegurar no solo el incremento de las exportaciones de productos orgánicos y del empleo rural, sino, a la vez, reducir notablemente los niveles de desnutrición, hambre y pobreza. No desperdiciemos esta inmejorable oportunidad.

Fuente: EL Comercio

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